La obra de Víctor López es una alquimia entre tierra, memoria y trazo. 
Sus imágenes nacen del silencio profundo de la gráfica, donde cada línea es un gesto que evoca raíces, resistencias y territorios íntimos. Su lenguaje se expande como una voz que observa, transforma y siembra, haciendo del arte un puente entre lo ancestral y lo contemporáneo.
En cada pieza, Víctor invoca a sus ancestros y los hace presentes: el jaguar como guardián, el Xoloitzcuintle como guía, el agave como herencia, la montaña como figura materna. Su obra es también un autorretrato simbólico, donde la memoria familiar y comunitaria se entrelaza con paisajes, rituales y mitologías. 
Más que imágenes, traza caminos a través del surco: horizontes que iluminan, huellas que resisten al olvido y ciclos que regresan para recordarnos de dónde venimos. En su arte, lo personal se vuelve universal y lo íntimo se transforma en un territorio compartido.