Esta pieza es un homenaje a mis ancestros, a quienes imagino iluminando desde lo alto. La escena nocturna se abre con los faros de una camioneta que marcan el camino en medio de la oscuridad, como metáfora de mi propia búsqueda. La luna, testigo eterno, guarda en su interior la figura de un xoloitzcuintle: símbolo de aquellos que nos precedieron y que siguen guiando mis pasos. Esta obra es mi manera de recordar que nunca camino solo, que la montaña y la memoria siempre me acompañan.