Un homenaje al Valle de México, territorio vasto y sagrado que habita en el imaginario colectivo como símbolo de identidad nacional. La obra recuerda la mirada de Luis Nishizawa, quien tantas veces retrató su grandeza, y al mismo tiempo celebra la flora y fauna que lo habitan como guardianes silenciosos. Es un canto a la memoria del paisaje, a la fuerza de la naturaleza y a la raíz profunda que nos vincula con este valle inmenso y eterno.