Esta pieza es un homenaje a mi abuelito Isidoro. En ella retrato un agave tepeztate robusto y maduro, metáfora de su fuerza, de su vida entregada a la tierra. Cada hoja guarda lo que él sembró y nos dejó como herencia: el trabajo paciente, la raíz firme, la permanencia. Este agave es más que una planta, es el reflejo de mi abuelo, de todo lo que permanece en nosotros gracias a lo que él cuidó y sembró.