Una huella que se desdibuja hasta volverse pintura, tierra, evocación. La obra se erige como metáfora de la memoria: aquello que permanece y al mismo tiempo se desvanece, dejando apenas el eco de una imagen. El calvario habla de la carga y la fortaleza del hombre, de los momentos en que la existencia se sostiene en la resistencia y en el recuerdo. Es un homenaje al poder frágil y, a la vez, persistente de la memoria humana